22 nov 2015

Hispanus sum, sed etiam romanus.

Recorrer las calles de Constantinopla nunca había sido tan placentero, especialmente tras pasar una temporada en los confines de Hispania. ¿Cuántas veces me habré quedado observando aquella columna tan particular, de pórfiro de la mejor calidad? Nunca lo sabré, ya que cada vez que la miraba, veía imágenes superpuestas. Primero, veía en la cima una estatua del antiguo dios helénico Apolo, con un busto del emperador Constantino por cabeza. Anillos de cobre abrazaban su cuerpo de piedra púrpura y resaltaban su excelencia. Luego, veía una cruz cristiana coronando la columna y, al final, veía su aspecto actual, sin los anillos de cobre, arrancados por los bárbaros francos en otro tiempo. Esa columna es testigo de lo que ha acontecido desde la fundación de la ciudad, desde el renacimiento de Constantinopla de entre las ruinas de la colonia bizantina. Por consiguiente, en mi visión, el tiempo perdía su linealidad y fundía todos sus puntos en uno, así que no puedo saber cuántas veces he observado esta majestuosa columna.
Mi corazón latía más rápido, sí, y tenía sensaciones antes desconocidas. Sensaciones de otros tiempos, otra vida, otro pasado, otro presente, otro futuro. En Constantinopla no existe una dimensión temporal, como mencionaba anteriormente, sino que uno puede apreciarlo todo al mismo tiempo. Siguiendo la calle principal hacia el centro desde la columna de Constantino, no existen palabras para describir lo que me rodeaba. No hay duda ninguna de que Constantinopla fue construida para ser la joya del mundo, una joya que sus habitantes y visitantes amaban, espero que de una forma similar a la forma en que la amo yo en estos momentos.
He llegado al miliario de Constantino, en el que se acaban todos los caminos del imperio, o, más bien, empiezan. Este es el corazón de Nueva Roma, y también la conecta con el de Vieja Roma, su patrón y modelo. Nueva Roma no intenta superar a su maestro, sino que intenta prolongar la existencia de su idea, la idea de Romanitas, desconocida a mi corazón antes de pisar estas calles, pero tan familiar en todo mi ser en estos momentos. La esencia romana no es, de hecho, algo físico, sino una identidad que sobrepasa todas las divisiones creadas por el concepto artificial de la "nación" y que, en cambio, nos une a todos sin importar cuál sea el idioma, la cultura o el pensamiento. De las columnas de Hércules a Mesopotamia, todo estaba unido bajo un deseo, la idea de la civilización. Esta idea fue corrompida numerosas veces por entidades individuales y colectivas que la utilizaron en su propio beneficio, pero pervivió durante milenios, hasta que desapareció aparentemente hace un par de siglos. Sin embargo, vive dentro de mí, y solo me produce felicidad, inspiración y un sentimiento muy sólido de unidad. En este mundo necesitamos unirnos para poder vivir en armonía y prolongar nuestra existencia como especie, en lugar de separarnos cada vez más.
Lo que quiero decir es que visitar el corazón del antiguo imperio encendió la llama de la Romanitas dentro de mí. Me enseñó a apreciar el mundo de otra manera y me brindó una gran estabilidad emocional, además de un deseo urgente de paz en estos tiempos.
La Romanitas fue "museificada" por los que en otro tiempo se identificaban con ella, es decir, la desecharon como si se tratase de algo inútil. Posteriormente, intentaron imitar su arquitectura y su arte, pero, sin la identidad romana, solo consiguieron imitar las ruinas y los restos de los romanos, sin mejorar lo anterior o crear algo nuevo.
Cuando Mehmet II conquistó Constantinopla y quiso arrebatarle el título de emperador romano de Constantino IX se dio cuenta de que ya ninguno de los estados que en el pasado fueron romanos se identificaban así, ni reconocían que el mismo Constantino fuese el último en una línea (interrumpida por los cruzados, pero continuada por los Palaiologoi) sucesoria desde el primer emperador, Octavio Augusto. Por lo tanto, a Mehmet II no le sirvió el título para lo que quería, que era poder reclamar todos los territorios del antiguo imperio romano; no fue más que para presumir de glorias pasadas que no le pertenecían.
La Romanitas es un sentimiento antiguo, sí, pero no difunto, mientras siga sobreviviendo en mí y en otros que aún no he conocido. 

31 mar 2013

Dictátor (1)


El día llegó tan suave como áspero en una mezcolanza antónima de ternura y dureza. Los pasos del gran dictador se aceleraban a medida que realizaba su recorrido a través del túnel humano que su ejército había formado para hacerle paso con el debido respeto que se merecía.
El panorama lo completaba un pesado silencio que sugería respeto, a la vez que miedo. La masa de gente agrupada en la plaza la hacía impenetrable para cualquiera, dando una sensación de congestión absoluta, excepto por ese túnel.
Esa misma masa tenía una apariencia totalmente homogénea, pues no se distinguían los elementos que la componían, ni sus formas, ni sus aspectos, todo parecía del mismo color, el color humano.
Esa congregación de personas recibía silenciosamente a una figura que caminaba con pasos firmes, y cuya apariencia era la única forma individual percibida en ese lugar. Aún así, la  individualidad parecía más poderosa y grande que la congestionada masa que le hacía paso, siendo el único ser que gozaba de libertad de movimiento en la escena. El tiempo se detuvo.
Parecía como si el aire se solidificase y se depositase encima de esa masa homogénea  y la obligase a permanecer totalmente quieta y en un silencio absoluto.
En este mismo aire se percibía un fenómeno extraño, pues se respiraba silencio y se expiraba respeto.
La figura no tardó en alcanzar una plataforma elevada, que lo único que hizo fue ensalzar su individualidad y separarla definitivamente de la visión colectiva del grupo de gente.
Los rayos del sol inundaron su cuerpo, y se pudieron distinguir los detalles de su silueta. Miró al cielo, y esta luz permitió ver sus verdes ojos, que resplandecían bajo el astro rey.
Comenzó a pronunciar palabras en una voz potente y fuerte, que inundó toda la plaza. Palabras sustanciales que llegaron a la gente que se hallaba expectante. Parecía como si las palabras fueran el alimento que da un hombre a un animal amaestrado.
La figura cesó de producir sus elocuentes sonidos, y la masa inmóvil recobró su movimiento como si por acción divina fuese. Los gritos surgidos de la masa significaban la aclamación a las palabras proferidas.
Al mismo tiempo, de la masa surgió una música potente y vigorizante, y los gritos aclamantes se convirtieron en cánticos organizados y perfectos, fundiendo todas las voces en una voz colectiva. Mientras tanto, la figura elevada observaba a la masa cantar.
Terminado el canto, unas pocas palabras fueron de nuevo emitidas y la figura se bajó del palco, tomando contacto una vez más con la masa colectiva, la cual le hizo paso como si fuera la primera vez.
El gran dictador se alejó de la plaza y se sumergió en el mar colectivo humano, sumiéndose todo de nuevo en el mayor de los silencios.


Los viajes de Hakim (1)

Las nubes del cielo eran hermosas, me hicieron recordarla. Aquella cara indeleble, origen de tanta felicidad en mi vida. Esos ojos tan brillantes, llenos tanto de vitalidad como de muerte. Nunca pude concebir el hecho de que ella pudiera elegir uno de esos dos caminos, pero lo hizo. Su desaparición voluntaria de la faz de esta tierra me hizo sentir el hombre más desgraciado de mi tiempo, a la vez que me hizo ver que no sabía nada del mundo que me rodeaba. Fui incapaz de evitarlo, y por ello me abruma tanto su desaparición. Ella era mi eterna compañera, mi musa perfecta, merecedora de amor eterno.
Pero ella misma decidió su hado, su destino. ¿O su hado ya estaba predeterminado? Miles de dudas me surgieron a raíz de este siniestro acontecimiento. Nunca he dejado de rezarle a Allah en busca de respuestas a esas preguntas. 
Pero tal suceso no puede haber sido dispuesto por Allah, puesto que es de la más aciaga naturaleza. Entonces no hay utilidad en preguntarle a nuestro Padre sobre las razones que la obligaron a abandonar este mundo, y sobre todo a abandonarme a mí, para volver con Él en el cielo. 
¿Qué hacer, pues?Ponerse a recordar todo esto mientras espero dentro del Topkapı Sarayı, residencia del gran sultán Süleymán I, del cual me hallo esperando audiencia, contemplando las nubes del cielo, blancas como el algodón, parece inútil, pero es exactamente lo que mi mente procura. 
La relación entre mi amada perdida y mi solicitud de audiencia con el gran sultán se halla en un secreto descubierto a través mis largos viajes, durante los cuales la conocí, y por el cual la perdí. 
Estoy decidido a relatárselo a su majestad, puesto que es de vital importancia, y puede convertirse o bien en una bendición para nuestra tierra, o bien en una maldición que nos destruya a todos por igual. 
Pero mientras el sultán se halla ocupado, heme aquí expectante, contemplando el cielo y a veces bajando la vista, no pudiendo evitar admirar la gran belleza de lo que me rodea. En un instante las nubes habían desaparecido, y con ellas mis nubosos pensamientos. Sólo quedó la melancolía de mi soledad, y, quizás, una agónica esperanza cuya existencia era una contradicción a la lógica. 
En un pequeño lapso de tiempo fui llamado a la cámara de audiencia. Tras cruzar el majestuoso arco de mármol, fui conducido a una sala en la que reinaban los colores azul y rojo. Sinceramente no entiendo cómo me pude fijar en los colores, puesto que lo más notorio era sin duda la abundancia de súbditos en la habitación, todos luciendo un turbante largo, que me recordó a la forma de una torre que se enrolla sobre sí misma. Estos súbditos se dispersaron, y me dejaron paso para dirigir mi mirada al honorable sultán. Este se hallaba sentado en un trono bastante más pequeño y austero de lo que me esperaba, visto el palacio. Mas el sultán era lo que más destacaba, sin duda, en la sala. Ataviado de ropas doradas, su turbante lucía una forma distinta a el de los demás, siendo este más noble en su figura y en sus proporciones. Aún así mi mirada se fijó en este turbante, distinguiendo las diferentes capas de tela que lo formaban, y la pequeña corona que se hallaba resguardada en su interior, de la que sobresalían sus puntas doradas.
El silencio se hizo en la habitación, un silencio pesado y respetuoso. Anunciaron mi nombre al emperador, y este me ordenó presentar las razones de mi visita. 

Me postré con el debido respeto que se debe ofrecer a semejante emperador, dueño de un vasto imperio que comprende desde la frontera con las tierras cristianas en el oeste, las tierras egipcias que conforman la región de Misr en el sur, en el este Fars (Persia), y el norte colindante con tierras eslavas.
Inmediatamente le comuniqué humildemente a qué me dedicaba, y lo que me había aportado mi trabajo. La razón de mi visita era compleja, y larga de explicar para que fuera entendida. Por ello me instó a que no me extendiera, puesto que esperaba a más hombres, en especial a sus visires, con noticias de todos los rincones del imperio.
Así, le relaté lo más esencial de mi historia.

25 feb 2013

El Dolor de los espaciales (1)

Tras la blanca pared se esconde la nueva realidad. Los colores varían desde el azul celeste al azul marino, provocando una gélida vista. Una fría melodía se une al panorama completando la frígida escena. No es por la temperatura en sí, pero me siento frío. El ser humano ha conseguido por fin librarse de toda emoción, obteniendo un mundo azul y perfecto, formado por pequeños cuadrados de luz que ellos llaman píxeles o luko, dependiendo de la lengua utilizada. Eso ya da igual, pues la comunicación no se realiza directamente, sino por otros medios impersonales que se basan en las matemáticas, que han enaltecido la existencia humana, perpetuándola en un universo incorpóreo en el que su supervivencia ya no es un problema a tratar. ¿Se puede decir que aún son humanos? Ése no es el asunto a considerar. He venido aquí, y estoy pensando, porque creo que nací defectuoso, con una discapacidad. Puedo sentir, puedo sentir mi existencia. Pero sobre todo, siento el dolor de estar vivo. No es un dolor físico, ya que no tengo cuerpo, sino psicológico.
La especie humana ya no siente ningún tipo de dolor, por ello no soy capaz de entenderles, ni ellos me entienden a mí... Por esa razón mi destino es huir de este mundo, de este caos perfectamente ordenado.
La historia de mi vida me conduce a otros mundos, otras especies "menos avanzadas" de humanos y los límites de la "humanidad" conocida... Todo alrededor del hecho de que siento dolor.

24 feb 2013

Blanca Soledad - Solitudo Alba

Los seres humanos huimos de la soledad, ¿no es así? De todos los miedos de una persona, la soledad ocupa un puesto digno de importancia. ¿No es verdad que la muerte de un ser querido nos produce soledad? El no poder ver a esa persona nunca más nos deja "solos".
Por lo tanto, la soledad es algo contrario a la naturaleza humana, ente llamado "animal social".
Nos comenzamos a necesitar en los albores de nuestra evolución por nuestra debilidad física para valernos por nosotros mismos.
Pero ahora, en nuestro último nivel evolutivo existente, no solo nos necesitamos por esa razón, sino también por una razón psicológica. Necesitamos alguien que nos escuche, nos comprenda y nos necesite a nosotros también.
De ese modo, forjamos una "relación" con ese alguien, basada en una yuxtaposición de emociones y pensamientos, unión que no siempre surte efecto.
De ese modo, yo, humano como cualquiera, necesito alguien que siempre esté conmigo, para remediar esa ausencia agónica llamada soledad, comparable a una llama lentamente apagándose. Esa es la soledad que comparto con los demás de mi especie. Te necesito a ti, seas quien seas, y que aparezcas en mi vida, solo en eso puedo pensar ahora...

8 feb 2013

Sentido del Mosaico - Sensus Picturae

Mi vida es una completa incógnita. No sé que debería hacer ni decir, ni mirar, ni tocar, ni decidir. Pero, ésa es la verdadera razón por la que la vida es interesante. En fin, a pesar de que me empeñe en buscar la perfección en diversos campos, sólo logro acercarme sin llegar a tocarla, tal y como una función no puede tocar a su asíntota, tan sólo acercarse a ella de forma infinita. En el campo en el que creo haberme acercado más es en el linguístico, ya que me esfuerzo por perfeccionar las raíces de las palabras al máximo, llegando incluso a perfeccionar la palabra ya considerada perfecta por otros.
Pero la verdad está ahí, y es que no sé Nada, absolutamente Nada. De la misma forma se afirmó Sócrates en su tiempo: "Sólo sé que no sé nada". Es la pura verdad, y un axioma del que partir.
Este mundo es un caos ordenado. Los seres humanos tenemos un ansia inmensa de poder controlarlo todo. Quizá cuando dejemos de buscar el poder, el poder vendrá a nosotros. Nuestra mente está incompleta, pero manda señales agonizantes de perfección. ¿Pueden existir las paradojas?
La cuestión es que el ser humano es dual. Por un lado busca controlar todo, pero por otro busca que algo superior controle todo lo que él controla más a él mismo. ¿Qué sentido tiene esto?
La clave es el lenguaje. No iba tan desencaminado, porque el lenguaje es el que segmenta la realidad, y no al revés. Por lo tanto, toda forma expresada en un lenguaje es meramente ilusoria, porque no es capaz de expresar el contenido real. Así creo una paradoja, porque estoy afirmando por medio del lenguaje que el lenguaje no es un método fiable. Já...